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Hermanos de leche, una antigua práctica en vigor en el siglo XXI

Hace unas semanas tuvimos noticias de algo que nos llamó poderosamente la atención. Una compañera nos hablaba de una familiar que, a la vez que lactaba a su tercera hija, se sacaba leche para dársela al hijo de una amiga. Dado el interés que nos suscitó el tema nos pusimos en contacto con ella, y le pedimos autorización para compartir su experiencia en este espacio.

Pongamos que nuestra amiga se llama Irene. Ella es madre de una preciosa niña, de aspecto sano y lozano, que reposa su cabeza confiada en el brazo de su madre, mientras mama sosegadamente, pero sin perderse ningún detalle del entorno.

Para Irene el caso es sencillo. Tiene tres hijos, a todos les ha dado lactancia prolongada hasta que ellos han decidió destetarse. En su entorno más próximo tiene una amiga que tuvo un niño con problemas. Nació prematuro y tuvieron que operarle por problemas intestinales en dos ocasiones. El ingreso hospitalario fue largo. La madre no pudo mantener su lactancia y hubo de ser alimentado artificialmente. Un día como otro cualquiera en la ducha observó Irene cómo le salía leche sin ningún esfuerzo y, por esos azares de la vida, se planteó si esa leche que producía en exceso podía servir al hijo de su amiga. No tardó nada en ponerse en contacto con su pediatra, quien conocía el caso de la amiga, y ella le expuso la idea. El pediatra sensibilizado con la importancia de que la mejor alimentación para un bebé es la leche materna, no vio inconveniente en llevar a la práctica la idea. Pero quedaba otra cuestión, planteárselo a la amiga, sin que ésta pudiera sentir que alguien se metía en un campo tan complicado como la crianza de un hijo.

 

 

Irene llamó a su amiga, y le explicó que como ella estaba lactando a su hija, y tenía leche de sobra que si quería le daba diariamente la leche disponible para que se la diera a su hijo. La amiga primero se extrañó, nadie le había dicho que esa posibilidad existía, y enseguida comprendió que se le presentaba una oportunidad única. No lo dudó, y se inició un intercambio de leche, unas veces más cantidad y otras menos, sin forzar, siempre según la disponibilidad, cumpliendo las normas de asepsia y conservando la cadena de frío, para evitar que se alteren las propiedades de la leche.

En el siglo XXI, dos hermanos de leche se van criando juntos, próximos, una completamente sana y el otro con dificultades, pero compartiendo el tesoro alimenticio más apreciado en el inicio de la vida, la leche materna. Ciertamente, no es una práctica que se pueda generalizar. Se han de cumplir requisitos importantes sobre salud de la donante, contar con el apoyo del entorno, y tener claro que todo supone ciertas molestias y sacrificios. Pero una cosa está clara es una oportunidad que cuando se presenta revierte de forma positiva en todas las personas implicadas.

 

Caridad (Bouguereau)

 

Patxuka de Miguel Ibáñez