De nuevo hemos tenido que vivir la cara más amarga de nuestra profesión. En el día de ayer, una pareja perdió
a su hijo a las pocas horas de vida, y otra tuvo que enfrentarse al diagnóstico de una muerte anteparto y la dura
vivencia de pasar por una dilatación larga y triste.
No nos acostumbramos, insisto, pero creo que vamos aprendiendo algo. Tratamos de respetar tanto los silencios
y la mirada perdida de la madre como la necesidad de hablar del padre, su decisión de verlo y despedirse como
de no hacerlo, sin juzgar. Ayer, todo el equipo de guardia supo estar a la altura, acompañando y apoyando de
forma respetuosa y me congratulo por ello.
Mi amiga Concha, enfermera, me permite compartir dos mini relatos que escribió al poco tiempo de su pérdida neonatal:
/documents/16597/113898/Ni+siquiera+la+fr%C3%ADa+lluvia+de+Noviembre.doc
/documents/16597/113898/6++REVISANDO+LA+EMPAT%C3%8DA+%282%29.doc